El rey republicano

Como vimos en la entrada anterior, las familias reales europeas están todas emparentadas entre sí. Durante siglos han practicado una endogamia que solo en tiempos muy recientes se ha comenzado a romper.

Aunque de vez en cuando aparecía sangre nueva. Normalmente, cuando un rey no dejaba descendencia (o era depuesto) y obligaba a inaugurar una dinastía, se recurría a alguien de la alta nobleza local o a algún príncipe de una casa real extranjera para sucederle. Pero no siempre fue así.

Un día el rey Carlos XIV de Suecia se puso enfermo. Su médico decidió aplicarle una sangría, el remedio para casi todos los males en aquella época. Cuando el doctor le pidió que se subiese la manga derecha, el monarca se negó. Después de mucho insistir, el rey aceptó mostrarle el brazo, pero antes hizo que el medico jurase guardar el secreto de lo que iba a ver. Al remangarse mostró un tatuaje con la inscripción: “Muerte a los reyes”.

Carlos XIV no nació de sangre azul. Era un militar francés, mariscal de Napoleón, de nombre Jean Baptiste Bernadotte. El prestigio que consiguió en el norte de Europa hizo que el parlamento sueco le eligiese como sucesor del rey Carlos XIII, muerto sin descendencia. Bernadotte era un republicano convencido. Antes de la Revolución un hombre de clase relativamente humilde como él (era hijo de un abogado de Pau) nunca habría podido llegar a oficial. La República le había permitido hacer carrera en el Ejército hasta alcanzar cargos anteriormente reservados a la alta aristocracia. Incluido el de rey.

4 comentarios:

  1. Curioso. Resulta chocante. Como que haya republicanos juancarlistas o felipistas.
    Un saludo.

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    1. El caso español es especial. Los políticos de la transición (tan exageradamente alabada durante muchos años y ahora tan injustamente denostada) se encontraron con un rey puesto a dedo por el dictador y tuvieron que convertirse al monarquismo a toda prisa. Para los que por convicción no pudieron hacerlo siempre les quedaba la opción de declararse juancarlistas, y así poder aceptar la institución y no romper el famoso "consenso".
      En realidad dudo mucho que en España hubiese auténticos monárquicos, a excepción de cuatro frikis. Igual que hoy, más o menos.
      Un saludo.

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  2. Por cierto, no sé qué habría opinado Napoleón del tatuaje de su mariscal.

    No creo que se lo hubiese tomado demasiado mal, teniendo en cuenta que él era un emperador republicano.

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  3. Cierto. Lo suyo también era contradictorio. Tan contradictorio como expandir las ideas ilustradas de libertad y fraternidad con la fuerza de la ocupación y de las armas.

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