El bombardeo alemán de Nauru: La guerra llega al Pacífico

Nauru es una pequeña isla del Pacífico central, famosa por ser el tercer estado más pequeño del mundo (después del Principado de Mónaco y la Ciudad del Vaticano) y por estar en peligro de desaparición física por la sobreexplotación de sus reservas de fosfatos, que ha hecho del 90% de su territorio un pedregal estéril. La isla fue colonia alemana hasta el final de la Primera Guerra Mundial, cuando un mandato de la Sociedad de Naciones concedió su administración a Australia. El descubrimiento de grandes depósitos de fosfatos a comienzos del siglo XX convirtió a Nauru y su vecina Ocean en las principales fuentes que abastecían a las industrias de fertilizantes de Australia y Nueva Zelanda. La explotación de fosfatos, y en la práctica toda la isla, estaba controlada por la Comisión Británica de Fosfatos (BPC, que a pesar de su nombre era una compañía mixta australiana, neozelandesa y británica, con sede en Melbourne). Cuando estalló la guerra la BPC producía cerca de un millón de toneladas anuales de fosfato de Nauru y aproximadamente otro medio millón de Ocean. Contaba con cuatro barcos fosfateros de más de 6.000 toneladas de desplazamiento cada uno, llamados Triadic, Triaster, Triona y Trienza. Las islas no tenían puertos de aguas profundas, por lo que la carga de los barcos tenía que realizarse a través de estructuras en voladizo que se prolongaban hasta mar abierto.

Debido a su situación, aislada en medio del océano, a los australianos no les pareció necesario destinar fuerzas para la defensa de Nauru, por lo que, a pesar de la importancia económica y estratégica de las dos islas, en ellas no había presencia militar de ningún tipo. Las zonas de patrulla aéreas o navales de la Royal Australian Navy estaban muy lejos de las islas, y en el Mandato de la Sociedad de Naciones que concedía su administración a Australia figuraba una cláusula que prohibía la construcción de defensas costeras.

Al norte de Nauru se extendía una inmensa región de océano sembrada de minúsculas islas (lo que hoy llamamos Micronesia), muchas de ellas en manos de los japoneses. Aunque seguía siendo neutral, Japón había llegado a acuerdos de colaboración con el Eje tras la firma del Pacto Tripartito, que, entre otras cosas, contemplaban la posibilidad de que los puertos japoneses diesen apoyo logístico (refugio y suministros) a los buques alemanes en su guerra contra Inglaterra. Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial la superioridad de la Royal Navy obligó a los alemanes a recurrir a buques corsarios para atacar las rutas comerciales del Imperio Británico. Haciéndose pasar por barcos mercantes, los cruceros auxiliares armados se aproximaban a otros buques sin levantar sospechas y los atacaban por sorpresa. Sus zonas de operaciones solían estar muy lejos de sus bases europeas. Contando con la ayuda japonesa, la Kriegsmarine envió al Pacífico a algunos de aquellos barcos.

A finales de octubre de 1940 dos cruceros auxiliares alemanes, el Orion y el Komet, junto con el buque cisterna de suministro Kulmerland, se reunieron en el atolón Lamotrek, en las Carolinas (territorio japonés por aquel entonces). En noviembre pusieron rumbo a aguas de Nueva Zelanda camuflados como mercantes japoneses. El 25 de ese mes capturaron un pequeño buque de cabotaje llamado Holmwood, que transportaba un cargamento de más de mil ovejas. Sus diecisiete tripulantes y doce pasajeros fueron apresados y el barco fue hundido con cargas de demolición. Dos días más tarde los barcos corsarios cañonearon y hundieron al gran paquebote Rangitane. Dieciséis tripulantes o pasajeros murieron en el naufragio. Más de trescientos fueron rescatados por los alemanes y hechos prisioneros. Tras una breve parada en las islas Kermadec, los tres buques se dirigieron a Nauru. El plan era desembarcar en la isla y destruir toda la infraestructura fosfatera.

El crucero auxiliar Komet, camuflado como un mercante japonés de nombre Manyo Maru:


El 6 de diciembre, en ruta hacia su objetivo, los buques se encontraron con uno de los fosfateros de la BPC, el Triona, navegando con rumbo a Nueva Zelanda. Tras una breve persecución, los alemanes torpedearon y hundieron al carguero. Tres de sus tripulantes murieron en el ataque y otros sesenta y ocho fueron capturados.

El momento previsto para iniciar el ataque a Nauru era la madrugada del 8 de diciembre. Pero el mal tiempo que encontraron la tarde anterior, cuando se aproximaban a la isla, obligó a los alemanes a abandonar sus planes de desembarco. Sin embargo, no se irían de vacío. Las malas condiciones meteorológicas hicieron también que varios cargueros se hallasen concentrados en las cercanías. Aquello les convertía en presa fácil para los corsarios alemanes. La tarde del 7 de diciembre, a unas 7'5 millas náuticas al sur de Nauru, el Komet capturó y hundió al Vinni, un barco noruego de 5.181 toneladas. Sus treinta y dos tripulantes fueron hechos prisioneros. Aquella madrugada el Orion se unió al Komet, y entre ambos atacaron a los fosfateros Triadic y Triaster, que se encontraban fondeados cerca de la costa mientras esperaban una mejoría del tiempo para atracar en el muelle en levadizo. Las tripulaciones trataron de huir a tierra en los botes salvavidas, pero todos los hombres fueron capturados y obligados a subir a los buques alemanes. Mientras el Orion hundía el Triadic a cañonazos, el Komet de dirigió hacia un tercer carguero, el británico Komata, de 3.900 toneladas. El ataque del Komet, que causó un muerto y varios heridos, obligó al capitán del Komata a dar la orden de abandonar el barco. Tras capturarlo, los alemanes trataron de hundirlo con cargas de demolición. Los explosivos fallaron y les obligaron de nuevo a utilizar el cañón, ya en la tarde del 8 de diciembre.

Las condiciones meteorológicas hacían que la visibilidad desde tierra fuese muy reducida. Aun así, a última hora del 7 de diciembre los isleños habían detectado la llegada de tres barcos sospechosos. Al amanecer del día siguiente pudieron ver al Triadic ardiendo, y poco más tarde se recibieron por radio llamadas de socorro provenientes del Komata. Por la tarde vieron al Komata bombardeado por otro buque y envuelto en llamas. La confusión era enorme. La suposición más extendida era que Nauru iba a ser atacada por una escuadra japonesa. Pero el mal tiempo impidió a los buques hostiles iniciar un ataque directo contra la isla. En lugar de ello se retiraron.

Los buques alemanes abandonaron Nauru. El Orion se dirigió a Pohnpei, y el Komet y el Kulmerland a Ailinglaplap, en las Islas Marshall, para repostar y aprovisionarse. El plan era reunirse de nuevo el 15 de diciembre, pero al llegar ese día el tiempo seguía siendo igual de malo, lo que frustraba de nuevo sus planes de desembarco. Además habían detectado mensajes que alertaban a los cargueros con rumbo a Nauru y Ocean de sus últimos ataques. Ningún barco se atrevería a navegar por aquellas aguas, por lo que tampoco podrían esperar encontrar nuevas presas. Los alemanes optaron por retirarse una vez más.

Por entonces los tres barcos habían acumulado tal cantidad de prisioneros en sus ataques que tuvieron que plantearse qué hacer con ellos antes de continuar con sus operaciones. El capitán Eyssen, del Komet, propuso dirigirse al archipiélago Bismark para desmbarcarlos allí. El capitán conocía la región (había estado destinado allí durante la Gran Guerra, cuando era una posesión alemana) y sabía que eran unas islas mal comunicadas y que muchas de ellas ni siquiera contaban con estaciones de radio que pudiesen dar la alarma. El 21 de diciembre los barcos arribaron a la isla de Emirau. Los oficiales alemanes reunieron a los colonos australianos (tan solo dos matrimonios) y a los trabajadores nativos de sus plantaciones y ante ellos tomaron posesión de la isla en nombre del Reich. A continuación liberaron a quinientos catorce prisioneros, entre los que había más de cincuenta mujeres y algunos niños. Mantuvieron en su poder a unos ciento cincuenta hombres, todos ellos europeos, australianos o neozelandeses (serían trasladados a Alemania y recluidos en campos de prisioneros). Los isleños ayudaron en lo que pudieron a los más de quinientos desembarcados, sacrificando buena parte de su ganado para alimentarles, mientras algunos hombres partían en una pequeña embarcación para recorrer las 70 millas náuticas que les separaban de Kavieng, en la isla de Nueva Irlanda. Desde allí alertaron por radio a las autoridades australianas de Rabaul, que no tardaron en enviar un equipo de rescate. Los prisioneros liberados llegaron a Australia el 29 de diciembre.

Al dejar Emirau los tres barcos alemanes se separaron. El Kulmerland se dirigió a Japón y el Orion a Lamotrek, y desde allí a las Islas Maug, en las Marianas (también bajo control japonés) para una revisión de sus motores. El capitán Eyssen decidió poner rumbo una vez más a Nauru para intentar el ataque por última vez. El Komet llegó a la isla al amanecer del 27 de diciembre. Eyssen ordenó izar la bandera alemana y abrir fuego contra las estructuras de carga de fosfatos, los depósitos de combustible y los edificios vecinos. Durante una hora el Komet bombardeó sin oposición el puerto con sus seis cañones de 150 mm y sus armas antiaéreas. Los trabajadores se refugiaron en el otro extremo de la isla. La única víctima fue un anciano de 98 años, que murió de un ataque al corazón.

Las instalaciones fosfateras de Nauru bajo el bombardeo del Komet:


Tras el ataque el Komet permaneció unas semanas en el Pacífico sur y a continuación se dirigió al Océano Índico, donde continuó con su actividad corsaria. Regresó a Europa en noviembre de 1941, completando una increíble misión de casi año y medio de duración que le había llevado alrededor del mundo a través de los cinco océanos.

La incursión alemana en Nauru afectó gravemente a la producción de fosfatos. Pasaron diez semanas antes de que se reanudasen los embarques. No se pudo recuperar el nivel de exportaciones previo al ataque, debido a los daños en las infraestructuras de la isla y a la pérdida de barcos fosfateros. La producción en Ocean aumentó, pero no fue suficiente para cubrir la demanda. Gran Bretaña tuvo que recurrir a las importaciones de fosfatos de Egipto, y Nueva Zelanda se vio obligada a racionar el uso de fertilizantes a partir de julio de 1941. Otra consecuencia fue la alarma que el ataque generó en Australia y Nueva Zelanda. Ambos países comenzaron a organizar su tráfico naval en convoyes para proteger sus mercantes de posibles ataques. El gobierno australiano hizo regresar al crucero Sydney y al crucero auxiliar Kanimbla del teatro europeo para reforzar la defensa de las islas del Pacífico. Varios buques de guerra se mantuvieron patrullando las aguas próximas a Nauru y Ocean durante meses, y en ambas islas se desplegaron cañones de campaña para defenderlas de nuevas incursiones.

El ataque también tuvo como consecuencia la interrupción de las importaciones de fosfatos a Japón. Los japoneses temían que se cortasen definitivamente si los aliados confirmaban sus sospechas (más que fundadas) de que los buques corsarios alemanes recibían apoyo logístico en sus puertos. Por ello el gobierno japonés se mostró indignado por el ataque del Komet, y amenazó a Alemania con abandonar los acuerdos de colaboración entre las marinas de ambos países. La Kriegsmarine se vio entonces ante el dilema de elegir entre recompensar la acción del Komet, sin duda su mayor logro alemán en el Pacífico en toda la guerra, o ignorarla, a la vista de los problemas diplomáticos que estaba provocando. Finalmente, el capitán del buque corsario, Robert Eyssen, recibió una felicitación y un ascenso a contralmirante, lo que le convertía en el oficial de más alto rango de toda la flota auxiliar alemana. Al mismo tiempo, se ordenó a todos los cruceros auxiliares evitar nuevas operaciones de ese tipo cerca de aguas japonesas o que pudiesen comprometer de alguna manera a Japón.

8 comentarios:

  1. Eso de que los cuatro barcos empezasen con la letra "T". O es un capricho o algo muy estudiado como pasó con Magda Goebbels, cuyos hijos empezaban todos con la letra "H". En todo caso, un océano con un nombre equivocado. Por esas fechas y más adelante demostraría que de "pacífico", nada.
    Un saludo.

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    1. Es muy común que las compañías navieras pongan a sus barcos nombres relacionados entre sí. En este caso parece que todos empezaban por "Tri". No es nada sorprendente ni creo que tenga ningún significado especial. Desde luego nada que ver con la obsesión de los Goebbels con la H.
      Un saludo, Cayetano.

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  2. Las acciones de los buques corsarios alemanes durante toda la Segunda Guerra Mundial, rayan lo increíble, por su versatilidad, su ingenio y su facilidad para esfumarse en los extensos océanos. Ocasionaron no pocos quebraderos de cabeza a la Royal Navy durante buena parte del conflicto. El recientemente desparecido Luis de la Sierra, escribió un magnífico libro sobre los corsarios alemanes. En cuanto a los fosfatos, es una pena que los yacimientos de Fos Bucraa no estuvieran disponibles a comienzos de la guerra, porque hubieran sido una fuente inagotable de divisas para España, dado la importancia de los fosfatos como materia prima en la industria de guerra.

    Saludos Nonsei.

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    1. Cierto, Luis de la Sierra, posiblemente el más destacado historiador naval en lengua española, falleció el mes pasado. Una de sus obras más conocidas es la dedicada a los corsarios alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Son historias que, como bien dices, rayan lo increíble.
      En cuanto a qué habría pasado si se hubiesen descubierto ya entonces los yacimientos del Sahara, es un tema interesante. Puede que hubiesen dado más problemas que beneficios, teniendo en cuenta la debilidad de España en aquel momento. Un gobierno simpatizante del Eje, unos yacimientos de gran valor estratégico situados en un territorio que España difícilmente habría podido defender, un Atlántico controlado por la Royal Navy y por donde forzosamente tendrían que salir las exportaciones de fosfatos... No creo ni que los aliados se hubiesen mostrado muy comprensivos con Franco ni que este hubiese tenido mucha capacidad de maniobra para vender a quien quisiese y al precio que quisiese. Quién sabe.
      Un saludo, Gluntz.

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    2. Los corsarios alemanes solo actuaron con éxito en la primera parte de la II Guerra Mundial, luego fueron eliminados por los aliados. Para la última parte de la guerra el control aliado era total, solo algún submarino podía causar algún daño ocasional.

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    3. Bueno, Nonsei, teniendo en cuenta que Franco vendió muy bien a los alemanes el wolframio hasta agosto de 1944, quizá hubiera tenido una oportunidad similar con los fosfatos del Sáhara Español incluso vendiéndolo a los Aliados, como hizo con el mineral de hierro del Norte de España... Quién sabe. Hablando de Luis de la Sierra, te animo a que le dediques una entrada a sus obras en tu blog. Sólo es una sugerencia, por supuesto, pero creo que un pequeño homenaje no estaría mal.

      Saludos

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    4. Anónimo, eso ocurrió a partir de la entrada en la guerra de Estados Unidos, Japón y la Unión Soviética, cuando el conflicto se hizo verdaderamente mundial. Por ejemplo, en el caso del que estamos hablando, los buques corsarios alemanes pudieron actuar con poco riesgo en una región casi sin presencia militar. Después de Pearl harbor habría sido casi imposible repetir un ataque como el de Nauru.
      Un saludo.

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    5. Gluntz, precisamente estaba pensando en el wolframio cuando escribí el comentario anterior. Es verdad que España se aprovechó de la situación y lo vendió a precios estratosféricos, pero aquello también supuso una amenaza aliada de cortar el suministro de petróleo si continuaban las ventas de wolframio a Alemania. Y en el caso de los fosfatos les habría sido mucho más fácil presionar o incluso recurrir a la fuerza. El Sahara estaba aislado e indefenso, los fosfatos solo podrían salir por mar y el Atlántico lo dominaba la Royal Navy. En este caso me parece menos probable una competencia entre los dos bandos que disparase los precios, como ocurrió con el wolframio, porque no veo muchas posibilidades de que el fosfato pudiese acabar llegando a Alemania.
      Saludos.

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