Recuerdos de un kamikaze

Antes de 1944 Ryuji Nagatsuka nunca habría imaginado que acabaría presentándose voluntario para una misión suicida. Era un joven universitario, estudiante de literatura francesa en la Universidad de Tokio, antimilitarista y crítico con la política japonesa. En los primeros años de la guerra no se sentía de ninguna manera implicado en el conflicto. El cambio en su forma de pensar se produjo cuando las ciudades japonesas comenzaron a ser castigadas por los bombarderos estadounidenses. Cuando se decretó la movilización de los estudiantes y muchos de ellos fueron a trabajar a las fábricas de armamentos, Nagatsuka decidió que podía servir a su país de mejor forma. Ingresó en el Ejército, pero su disposición al sacrificio le hizo buscar un destino más importante que el de un simple soldado de infantería, y se alistó como piloto cadete: "El piloto está en la obligación de combatir hasta que muera gloriosamente, mientras que el soldado no estaba forzosamente destinado a morir sobre el campo de batalla". En esa primera etapa de su vida militar, si bien aceptaba el sacrificio, no pensaba todavía en el suicidio. Dicho de otro modo, estaba dispuesto a morir por su país, no a matarse por él. Fue en su etapa de entrenamiento en la escuela de vuelo cuando fue realmente consciente de la desesperada situación militar de su país. La escasez de pilotos hizo que después de completar un entrenamiento básico fuese rápidamente destinado a un escuadrón de cazas del Ejército. Estando allí se enfrentó por dos veces a incursiones de B-29 estadounidenses, en las que los pilotos de los cazas japoneses se vieron impotentes para detener a los bombarderos que atacaban casi impunemente las ciudades japonesas. Su fracaso en ambas misiones le hizo sentirse avergonzado.

La aparición de las unidades especiales de ataque suicida, en los últimos meses de 1944, cambió su forma de entender el sacrificio al que estaba obligado como piloto del Ejército. Él ya había aceptado que la muerte era el final casi inevitable de un piloto de caza, pero siempre había mantenido una esperanza de sobrevivir. Desde el punto de vista de la eficacia militar, Nagatsuka aceptaba la lógica de los ataques kamikaze, la única forma de enfrentarse al enemigo con posibilidades de obtener algún resultado positivo. Y comenzó a tener claro que tarde o temprano le tocaría a él: "Nosotros, los pilotos ordinarios más o menos experimentados, tenemos el presentimiento confuso de que, un día u otro, recibiremos la orden de partir para una misión suicida. Pero no hablamos de esto. El hombre acaricia siempre la loca esperanza de felicidad aún si va hacia la catástrofe. Se reconforta diciéndose que será la última víctima de la tragedia". Finalmente llega el momento temido: el comandante de la escuadrilla propone una misión suicida, y Nagatsuka se presenta voluntario.

Nagatsuka niega la extendida creencia de que los kamikazes eran “voluntarios forzosos”, que eran embriagados a la fuerza u obligados de cualquier otra manera a participar en una misión suicida. Para él fue una elección totalmente libre. También rechaza la creencia general de que los kamikazes se presentaban voluntarios movidos por una fanática lealtad a su Emperador. Nagatsuka lo hizo para defender a su familia y a su país, pero nunca pensó en el Emperador. En lo que pensaba era en los B-29 estadounidenses que estaban arrasando con bombas incendiarias Tokio y el resto de grandes ciudades japonesas, incluyendo Nagoya, su ciudad natal.

Su sentido del deber y la lógica militar son los que llevan a Nagatsuka a tomar la decisión de morir por su país. Pero las dudas son inevitables: "Una duda, una indecisión de todo nuestro ser persistía en el fondo de nuestro corazón". También es inevitable el temor al momento de la muerte: "Voy a sufrir en el momento del choque. Va a pasar rápido, bah, no es grave. El dolor no durará más que un relámpago, una décima de segundo". "Mi cuerpo será reducido a pedazos... sin sentir el menor odio por el enemigo...". Al final la muerte se convierte en el auténtico objetivo: "Lo importante es saber cómo morir".

La misión no tuvo éxito. La reducida visibilidad, a causa del mal tiempo, impidió que los aviones localizasen la flota estadounidense. Cuando el líder del grupo dio la orden de cancelar la misión, doce de los dieciocho cazas emprendieron el regreso a la base. Los otros seis incumplieron la orden, se negaron a abandonar la misión y se perdieron en el océano. Nagatsuka tuvo un momento de duda, pensó también en continuar volando hasta agotar el combustible, pero finalmente regresó con los demás. En el camino de vuelta a la base Nagatsuka tenía sentimientos contradictorios: Por un lado cuando se canceló la misión se sintió aliviado y volvió a tener deseos de vivir. Por otro sintió decepción por no haber podido convertirse en un héroe, y el temor a ser considerado un cobarde: “Seré solo un cobarde... Se dirá que prefiero sufrir de mortificación en lugar de morir como un héroe". Al mismo tiempo que empieza a sentirse avergonzado por su fracaso, también comienza a tener dudas sobre la misión suicida, sobre si realmente tenía sentido o no habría sido más que otro sacrificio inútil.

De vuelta en la base los pilotos fueron duramente recibidos por el comandante de la escuadrilla, que consideró su acción como equivalente a la deserción y un descrédito para la unidad. Les mostró su desprecio con un puñetazo en la cara a cada uno de ellos. Todos ellos fueron puestos bajo arresto durante tres días y obligados a copiar el decreto del emperador sobre la conducta militar. Mientras sufría el castigo por regresar con vida de su misión suicida, Nagatsuka volvió a reflexionar sobre el sinsentido de lo que se le exigía. Su única alternativa habría sido acabar estrellándose en el mar, una inútil pérdida de un avión y un piloto. ¿No era más lógico regresar y tener una nueva oportunidad de atacar a la flota enemiga con posibilidades de alcanzar algún blanco?

Pero nunca tuvo esa segunda oportunidad. La falta de combustible impidió que la escuadrilla volviese a intentar el ataque suicida. Nagatsuka vivió soportando el desprecio de sus compañeros hasta que en su siguiente salida, un mes más tarde, fue derribado en un combate aéreo convencional. Pese a estar herido, logró aterrizar su avión. Después de la guerra escribió un libro, titulado Yo fui un Kamikaze, donde relataba sus experiencias y sus sentimientos como piloto dispuesto a suicidarse por su país.

Fuentes:
http://www.apythel.org/exterior/info/030217tesis_doctoral_paris_1978.htm
http://wgordon.web.wesleyan.edu/kamikaze/books/personal/nagatsuka/index.htm


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