Churchill y Singapur

El 7 de enero de 1942 Winston Churchill envió un telegrama al general Archibald Wavell, que acababa de ser nombrado comandante supremo de las fuerzas aliadas en Asia: "... Percival tiene más de 100.000 hombres, de los cuales 33.000 son británicos y 17.000 australianos. Es dudoso que los japoneses tengan tantos hombres en toda la península malaya... En esas circunstancias los defensores deben ser mucho más numerosos que los japoneses que han cruzado el estrecho y en una batalla bien planificada deberían destruirlos. En estos momentos no se debe pensar en salvar a las tropas o proteger a la población. La batalla debe ser peleada, cueste lo que cueste, hasta sus últimas consecuencias. La División 18 tiene la oportunidad de escribir su nombre en la historia. Los comandantes y los oficiales superiores deberán morir con sus tropas. El honor del Imperio Británico y del Ejército Británico, están en riesgo. Yo confío en usted que no mostrará piedad ni debilidad en ningún aspecto. Con los rusos peleando como lo están haciendo y los americanos empecinados en Luzón, la total reputación de nuestro país y de nuestra raza están en ello comprometidas. Se espera que todas las unidades sean llevadas a la batalla ante el enemigo a pelear". No había ninguna excusa para la derrota: el ejército de Percival era más numeroso que el japonés, y además contaba con un porcentaje alto de británicos y australianos. Sólo había dos opciones, victoria o muerte.

Pero las cosas no salieron como Churchill esperaba, el honor británico no se defendió en Malasia, y el ejército de Percival ni venció ni murió allí. La retirada hacia el sur hizo que los ingleses empezasen (demasiado tarde) a preocuparse de la defensa de Singapur. El 19 de enero Wavell envió un telegrama a Churchill informándole de la situación: "...Hasta hace poco todos los supuestos estaban basados en rechazar cualquier ataque a la isla que proviniera del mar, así como en el caso de que el ataque fuera terrestre, éste debería rechazarse en Johore o más al norte. Poco o nada se hizo para construir defensas en la costa septentrional de la isla de Singapur para impedir que el enemigo cruce el estrecho. No obstante se han tomado las disposiciones precisas para la voladura de la calzada". Churchill afirmó luego que le pareció inconcebible que Singapur no tuviese preparadas defensas terrestres. En sus memorias explicaba: "Nunca se me había ocurrido pensar que no hubiera ningún círculo de fuertes destacados de tipo permanente que protegiera la retaguardia de la famosa fortaleza. No comprendo cómo es posible que yo no lo supiera. Pero ninguno de los oficiales que había allí ni ninguno de mis asesores profesionales en Londres pareció darse cuenta de lo necesario que era. En cualquier caso, nadie me lo señaló, ni siquiera los que vieron mis telegramas basados en la falsa hipótesis de que haría falta un cerco regular (...) Yo confiaba en que el enemigo se vería obligado a utilizar artillería a gran escala para pulverizar nuestros puntos fuertes en Singapur, y en las dificultades casi prohibitivas y los largos retrasos que dificultarían semejante concentración de artillería y reunir municiones a lo largo de las rutas de comunicaciones malayas (...) No escribo todo esto para justificarme. Debería de haberlo sabido. Mis asesores deberían de haberlo sabido y debieron de decírmelo y yo debí de preguntar. Y no pregunté por esta cuestión, entre las miles de preguntas que planteé, porque la posibilidad de que Singapur no tuviera defensas del lado de tierra no se me pasó por la cabeza, como jamás se me ocurriría que botaran un barco que no tuviera fondo".

Ya era tarde para preparar la defensa de Singapur, las tropas que se retiraban de Malasia llegaban completamente desmoralizadas y contagiaron su estado de ánimo a toda la guarnición de la isla. Se envió una división de refuerzo, pero la superioridad numérica no sirvió de nada: era un ejército sin moral, sin disciplina, mal preparado y mal dirigido. Unas semanas después Churchill tuvo que aceptar que no había otra salida que la tercera opción: ni victoria ni muerte, rendición.

En sus memorias, Churchill, que reconoce que la caída de Singapur fue “el peor desastre y la mayor capitulación de la historia de Gran Bretaña”, pone en duda que la estrategia seguida en su defensa fuese la correcta. Sugiere que hubiera sido mejor concentrar las fuerzas en la defensa de la isla de Singapur, retrasando el avance japonés por la península malaya utilizando únicamente fuerzas móviles ligeras. La mayor parte de la fuerza asignada a la defensa de Singapur y los refuerzos llegados después del inicio de la ofensiva japonesa tenían que haberse quedado en la isla, en lugar de desgastarlos tratando de contener a los japoneses en Malasia. El enemigo contaba con una fuerza superior, con tropas especialmente entrenadas para la lucha en la selva y con el dominio del aire. El ejército británico, desgastado en su lucha contra un enemigo superior en unas condiciones muy difíciles, llegó sin fuerzas a la que tenía que haber sido la batalla decisiva. Churchill afirma que la estrategia seguida fue una decisión de los comandantes locales, que él se limitó a apoyar.

Pero claro, eso lo estribió después de la guerra. Y en sus memorias Churchill se contradice con las instrucciones que había dado a Wavell en el telegrama que vimos. Él mismo no había pensado hasta entonces que fuese necesario defender la isla de un ataque desde la península, ya que eso habría significado que Malasia había sido conquistada. Y en el telegrama a Wavell considera poco probable que los japoneses lograsen tener superioridad numérica (no la tenían, por cierto), y desde luego no se plantea que su entrenamiento y armamento pudiesen ser mejores que los de las tropas británicas. Al contrario, destaca el alto porcentaje de británicos y australianos que forman el ejército de Percival, como forma de indicar la alta calidad de esas tropas. La batalla decisiva no tenía que ser en Singapur, sino en Malasia. O eso creía él en enero de 1942.

2 comentarios:

  1. Buena entrada.
    Churchill siempre ha sido un pelín contradictorio.
    En una próxima entrada tengo pensado hablar de él y de algunas "cosillas" que me llaman la atención de su personalidad.
    Un saludo.

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  2. Desde luego la personalidad de Churchill es un tema que da para mucho. Era un líder nato, trabajador incansable, culto, brillante orador, pero también soberbio, arrogante, intransigente, egocéntrico... En ese sentido le tenía que costar mucho trabajo reconocer sus errores, que los tuvo, y muy graves. Pero por otro lado su capacidad de liderazgo le permitía sobrevivir políticamente a grandes desastres, como la rendición de Singapur, o la expedición de Gallipolli en la Primera Guerra Mundial. A cualquier otro le habría costado la carrera.
    Seguro que la entrada que le dediques será muy interesante.
    Un saludo.

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